
12 Years A Slave es la última película del director Steve McQueen, conocido por sus bien recibidos trabajos previos, Hunger y Shame. Basada en una reconocida autobiografía escrita en 1853, cuenta la historia de Solomon Northup (Chiwetel Ejiofor), un hombre negro libre que fue secuestrado y vendido como esclavo, pasando por varios patrones y alejándolo de su familia.
Hay varios puntos increíblemente fuertes en esta película, pero el mayor de todos es los personajes. Todos ellos son complejos y están perfectamente construidos, al punto que se sienten reales y humanos. Estos personajes sangran y nosotros sentimos el ardor de sus heridas, la pesadez de sus humillaciones, la sal en sus lágrimas, ya sea en el caso de los esclavos como en el caso de los opresores.
Chiwetel Ejiofor interpreta a un hombre sumamente sensible e inteligente, cuyo único crímen fue estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Como un hombre que probó el sabor de la libertad durante la mayor parte de la vida, se enfrenta a la situación que se le impone con dignidad y orgullo, esperando que la justicia prevalezca pronto y sin interés en hacer demasiados compromisos. Lo que descubre es que él jamás conoció realmente el sufrimiento de los esclavos.
La película comienza in media res con mucha lentitud, dejando un tanto desorientada a la audiencia, pero un par de flashbacks bien puestos nos encaminan y no sólo nos hacen entender la historia, sino que nos sumergen en un mundo totalmente distinto al nuestro. Esperamos que la película se trate de buenos contra malos, que sea una historia de redención de un esclavo que se impuso frente a los látigos de los crueles hombres blancos. No es así. Esto no es Django.
La fuerza con la que Northup comienza, va desfalleciendo a medida que sufre más crueldades y traiciones, a medida que comprende qué es el sufrimiento y en qué consiste la naturaleza humana cuando llega al punto más alto de la humillación. Lo que antes era una intención de hacerse valer, se convierte en una súplica desesperada de un atisbo de su pasado, de su familia.
Su sufrimiento encuentra su recompensa y el personaje crece, pero el foco está en la transición. En Solomon Northup, la esperanza es lo último que se pierde, pero la pérdida de todo lo demás lo destruye. Fueron doce años... algunos lo sufren durante toda una vida.
Además de la brillante interpretación de Ejiofor, 12 Years a Slave cuenta con el actor fetiche de McQueen, Michael Fassbender, como el cruel patrón Edwin Epps. Aunque su antagonismo es incuestionable, con una mujer demandante y un sentido de culpa que subyace sus hipócritas y falsas lecturas de la Biblia, este personaje no está desprovisto de su propio drama.

Mi principal miedo con esta película es que, al tratar una cicatriz tan profunda en la historia norteamericana, la gente la interprete o la utilice como una crítica superflua y vacía hacia la crueldad misma, en un intento de aparentar una mayor altura moral. Nadie niega los horrores que sucedieron en esa época y nadie defiende el "derecho" a poseer a otros seres humanos.
12 Years a Slave no es una crítica, es una súplica de empatía. Demuestra una verdadera comprensión del aire social del momento, de los conflictos que implicaban ser un esclavo y las ramificaciones morales que implicaban ser un patrón. Es una ventana a la naturaleza humana situada en una época distinta.
Este contendiente al Premio Oscar a Mejor Película predica la igualdad de todos los hombres y mujeres ante Dios de una manera original. No con condescendencia moralista, sino obligándonos a ponernos en ese lugar. Forzándonos a sangrar con los esclavos, a sentir codicia y culpa con los patrones y a temer por nuestras vidas con quienes pudiendo hacer algo para ayudar, no hicieron nada. Muchos de nosotros no estamos tan libres de pecado como para asegurar con seguridad que habríamos hecho lo correcto. Reconocer eso es un paso a la tolerancia.
Solomon Northup: I will survive! I will not fall into despair! I will keep myself hardy 'till freedom is opportune!
No hay comentarios:
Publicar un comentario