miércoles, 13 de agosto de 2014

Robin Williams (1951 - 2014)

Hay un lugar especial en el Cielo para quien tiene alma de niño. Como una persona para quien el Cine es mucho más que el Cine y las historias son mucho más que relatos, he visto muchas personas de la farándula abandonar el mundo y dejar atrás una huella. Algunas muertes fueron simplemente lamentables, otras fueron absolutamente desgarradoras. He visto a maestros del Kung Fu asfixiados bajo el peso de enfermedades o fetiches extraños. He visto a cometas en ascenso caer frente a adicciones incontrolables. He visto a jóvenes probar los límites de su invencibilidad y perder la consciencia del hibris.

Pero ningún evento noticiable de la farándula, ningún fracaso cinematográfico, nada que yo haya visto en o acerca del Cine se sintió tanto como una pérdida.

Tardé dos días en poner mis sentimientos al respecto en palabras. Me tomé demasiado.

Ningún artista en mi vida marcó tanto mi infancia. Las risas que compartía con él no eran como cualquiera. No eran risas sistemáticamente procesadas por mi mente, eran risas que alcanzaban algo encerrado en mi alma. Eran alimento para un niño oculto en mi interior, que aprendía no solo a apreciar el mundo que veía, sino a creer en un futuro y en una esperanza de dejar una huella propia. 

El llanto nunca era de tristeza o amargura. No era una áspera lija pasada por mi garganta o una pesa incómodamente apoyada sobre mi pecho. Era un llanto de reinvención, como las lágrimas que quedan en el rostro después de levantarse de una caída. Era un llanto de optimismo, un llamado a cosas nuevas, una purificación para hacerle un lugar al asombro sencillo. 

Con una rebelde inocencia nos contaba historias sobre la paciente espera a los despertares de la vida, sobre cómo el miedo al mañana no tiene la magnitud o el valor de las decisiones del presente, sobre cómo la amistad puede salvar vidas y liberar cadenas, sobre el amor paternal y las locuras a las que nos lleva a hacer, sobre cómo las obsesiones y excentricidades pueden llenar de color nuestra vida, o, a veces, hasta dar miedo. Sobre todo, mostró que la risa y la companía no pueden subestimarse. Un niño grande. Un hombre que le dio a tantos humoristas, profesionales y anónimos, una confianza que no pudo obtener para sí. Un capitán que se hundió con su barco. Un tipo frágil que conquistó a más gente con fragilidad que con fuerza.

Y la ironía trágica de este portaestandarte del entusaismo es que nunca descubriría la cantidad de vidas que tocó ni lo cercano que era el alcance a aquello que buscaba. Ojalá ya lo hayas escuchado. Ojalá mis palabras no sean originales. Pero gracias por los años de risas. 

Que por fin descanses, Robin, en la más pacífica de las paces. 


"You don't know about real loss. Because it only occurs when you love something more than you love yourself"

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